Bajo eléctrico y contrabajo.

Desplazó el versátil contrabajo a la tuba como instrumento de la sección rítmica en el jazz primigenio cuando la música de las bandas callejeras se hizo sedentaria. Se reconoce a un jovencísimo Jimmy Blanton (precozmente desaparecido a los 23 años) como el que dio alas al contrabajo en la orquesta de Duke Ellington a principio de la década de los 40, haciendo ir a su instrumento mucho más allá de lo que hasta entonces era marcar el ritmo y aportar un refuerzo armónico. Consolidó el contrabajo por derecho propio como instrumento solista en el jazz. Esto abrió la puerta a un músico total como fue el contrabajista y compositor Charles Mingus y a una estela de luminarias del jazz con este instrumento: desde Oscar Pettiford, Ray Brown, Paul Chambers, Red Callender, Ron Carter y –en los comienzos del freejazz- Charlie Haden, hasta el danés Niels-Henning Ørsted Pedersen, el cubano Israel Cachao López o, actualmente Avishai Cohen, Javier Colina… y muchos más…

La electrificación de la música, al igual que pasa en otros instrumentos, no ha arrinconado en absoluto a la sonoridad de la madera, teniendo cada uno –bajo eléctrico y contrabajo acústico- su lugar e indicaciones. En general, desde los años cincuenta el bajo eléctrico ha ido desplazando al contrabajo en las músicas más populares. Técnicamente también ha evolucionado mucho: hay bajos sin trastes (fretless bass) y con trastes, y con 4, 5, 6 y más cuerdas. Tampoco es inhabitual que el mismo instrumentista domine ambos instrumentos. Para el bajo eléctrico fue Jaco Pastorius el pionero que desarrolló sus enormes posibilidades, abriendo un camino, generalmente para la música de fusión, por el que han transitado con éxito y talento Stanley Clarke, Marcus Miller y, con sabor africano, el camerunés Richard Bona.

Frente a la contundente sonoridad de la madera y su profundidad, el bajo eléctrico, mucho más portátil, ofrece como contrapartida su versatilidad, los nuevos sonidos que encajan a la perfección con las ramas más modernas del árbol del jazz (y otras músicas relacionadas) y una velocidad de vértigo que abre camino al virtuosismo de sus intérpretes, explorando nuevos caminos y efectos sonoros. Pero los dos instrumentos hermanos no olvidan nunca lo que son, antes que cualquier otra cosa: una base rítmica y armónica que da el apoyo y la consistencia a todo el conjunto.

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